lunes, 30 de noviembre de 2009

veo, veo


jueves, 26 de noviembre de 2009

micro relato 4

Jamás pudo recordar donde había dejado la memoria.

lunes, 23 de noviembre de 2009

las puertas giratorias

Me cago desde ya en las puertas giratorias. Qué asco. ¿No existe la puerta de toda la vida para entrar y salir de los sitios? ¿Pues por qué inventamos esta mierda? Seguro que un tío perturbado y aburrido, al que ya le dolía la mano de rascarse los huevos, decidió parir este invento. Eres gentuza, que lo sepas.

Pero aún hay algo peor que las puertas giratorias: las puertas giratorias automáticas. Eso ya es mierda pero de la buena. Si ya me da rabia tener que hacer un rodeo para entrar a un sitio, más rabia me da que una máquina me diga a qué ritmo lo tengo que hacer. Esas puertas te lobotomizan. Te convierten en un muerto viviente durante el breve espacio que estás en su interior. Dentro de ese cubículo, no eres nadie. Bueno, sí que eres alguien, sí. Eres un esclavo a la merced de un mecanismo que si quiere se para y tiene ahí toda la mañana.

Eso sí, estas puertas les van de perlas a las pelis románticas. Ahí dos enamorados pueden hacer el gilipollas durante horas.

En fin, tomemos la calle y acabemos con esto a pedradas, por favor.

jueves, 19 de noviembre de 2009

los límites del humor

El humor ha tocado techo. Me he dado cuenta esta mañana. Sin saber como, he acabado en la columna de opinión de Tomás Roncero, y cuando digo columna de opinión quiero decir vertedero. Curiosamente, ahí he encontrado la frase que me tiene roto. De nada sirven los humoristas, los cómicos ni los guionistas ingeniosos mientras exista gente como este personaje.

Soy consciente que pasará mucho tiempo antes de que en este blog se pueda leer una frase tan ocurrente como la que he leído en esa columna. Yo no pretendo ser gracioso en todas mis entradas pero, a partir de hoy, cada vez que lo intente estaré condicionado por este adagio, que me susurrará al oído que no estoy a su altura. Y muy probablemente tendrá razón. La sentencia se basta y se sobra con cuatro palabras. Es un prodigio de síntesis y de ingenio. El no va más. La quintaesencia del humor. Su forma más pura y concreta.

¿Listos?

“Guti es puro fútbol”

Y se acabó. Ya veremos si vuelvo.

domingo, 15 de noviembre de 2009

números romanos 2

Hablé hace poco de la inutilidad de los números romanos. Amplío mi tesis.

INT/NOCHE. Discoteca Domus Flavia. Roma, año 205 d.C.

Marco y Julia han cruzado sus miradas. Él se acerca a ella.

Marco - Hola. No vienes mucho por aquí, ¿no?
Julia - Es la primera vez, ¿como lo sabes?
Marco - Te recordaría.
Julia (se ríe) - ¿Cómo te llamas?
Marco - Marco ¿Y tú?
Julia - Julia.
Marco - ¿Qué edad tienes?
Julia - Equis palo equis.
Marco - Vaya, pues pareces más grande.
Julia - ¿Eso es bueno o malo?
Marco - Bueno, Julia, bueno...
Julia sonrie.
Marco - Oye, ¿tienes Facebook?
Julia - Aún no se ha inventado.
Marco - Ah, claro... ¿y móvil?
Julia - Sí.
Marco sonrie. Saca el móvil.
Julia - Uve palo...
Marco - Uve palo...
Julia - Uve palo, palo palo...
Marco - ¿Otra vez uve palo?
Julia - Sí. Uve palo, uve palo, palo palo.
Marco - Ok. Uve palo, uve palo, palo, palo.
Julia - No, no. Palo palo, junto.
Marco - Ah, ok.
Julia - Entonces, uve.
Marco - Uve.
Julia - Palo equis, palo palo, palo...
Marco - Palo, equis, palo palo, palo... el último palo separado, ¿no?
Julia - Sí, los palos separados. Palo palo, palo. Pero el palo equis de antes, junto.
Marco - Buf...
Julia - Es fácil... palo, equis, palo palo, palo. Entonces, palo uve...
Marco - Un momento, un momento, desde el principio.
Julia - A ver. Uve palo, uve palo, palo palo, uve, palo equis, palo palo, palo, palo uve...
Marco - Para, para, para.
Julia - ¿Qué?
Marco - Déjalo estar, tampoco estás tan buena.

Si el Imperio Romano petó por algún lado, fue por cosas como esta.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

humildad


pd.
Jajajajajajajajajajajajajajajodeteroncerojajajajajajaja. Ja.

lunes, 9 de noviembre de 2009

la vaca que ríe

Hola. Voy a hablar de La vaca que ríe, sí, pero no voy a intentar resolver el eterno dilema de porqué se ríe la vaca. Algún motivo tendrá. Además, reír es bueno, así que bien por ti, vaca.

Lo que quiero comentar es algo mucho más simple, mucho más evidente. Quizá por eso es muy inquietante que nadie lo haya destacado aún. Observemos durante unos segundos a la famosa vaca.

¿Nadie se da cuenta?

Amigos, la vaca es roja. Roja. ¿De dónde viene esta vaca?, porque en este planeta acostumbran a ser blancas o marrones. Me sorprende que su color pase inadvertido. Y lo preocupante es que se ve a la legua. Es una vaca roja.
No quiero decir que un animal no pueda tener un color que no sea el suyo. Ahí está la vaca de Milka, otro clásico. Pero en su caso impera la lógica y su pelaje sí que es reconocido. Es una vaca violeta. La vaca violeta de Milka. Su color es un distintivo. Perfecto, lo normal. Pero en el caso que nos ocupa, no. En este caso lo sorprendente es que la vaca se eche unas risas. Hay que joderse, ¡pero si es una vaca roja!

Así pues, ya basta de llamarle vaca. Porque no es una vaca. Eso en mi pueblo se llama Diablo. Miradlo bien. A lo mejor no lo reconocéis porque lleva un morro de animal de esos de carnaval que solo te tapa la nariz. Pero es él. Es más, fijaos en la empresa propietaria del producto: Bel. Bel-cebú. ¿Os suena, verdad?

Pues eso, sólo quería avisar a la población: tenéis al Diablo en la nevera.

viernes, 6 de noviembre de 2009

el insulto primigenio

El otro día me encontré sin querer con este vídeo. Y me tiene fascinado.
Miradlo vosotros mismos (viendo los dos primeros minutos hay suficiente).



Nunca antes había oído tantos insultos en boca de un chiquillo. A su lado la niña del Exorcista es Heidi.

Este niño es el súmmum. La excelencia del insulto. Con él, el mundo de la blasfemia está más que protegido. No sólo dice los clásicos hijoputa y gilipollas, sino que desafía el léxico tradicional y se atreve a introducir nuevos conceptos, como el magnífico jaricuella. En su boca todo suena desmesurado, grande. Los insultos se hinchan como nunca antes lo habían hecho, cobrando nuevos significados sin dejar de perder ni un sólo matiz. Es como volver al insulto original. Todo suena a novedad en boca de este crío. Cuando oí el primer 'joder' que le suelta a la madre, fue como oír esa palabra por primera vez. Fue una sensación desconcertante, por inusual. Un momento mágico. Y eso no tiene precio en nuestros días.

Niños, nunca dejarán de sorprenderme.

domingo, 1 de noviembre de 2009

ratoncito pérez

Algunos ya conocéis mi fijación con ciertas tradiciones y cuentos populares que corren de generación en generación a pesar de ser auténticos despropósitos. Como ya habréis adivinado (a no ser que tengáis la terrible enfermedad de no poder leer títulos), hablaré sobre el cuento del ratoncito Pérez.

Lo primero que vamos a hacer es llamar a las cosas por su nombre, así que nos dejaremos de ratoncito y lo llamaremos ratón. Pequeño si queréis, pero ratón.

Muy bien. Yo soy niño y me dicen que deje mi diente debajo de la almohada porque va a venir un ratón a llevárselo y no pego ojo en toda la noche. Al tío que se inventó esta historia se le fue la olla del todo. Este pavo sólo quería hacer sufrir a los niños (que no sea el mismo lumbreras que creó Los Lunnis).

Vamos a ponernos en la piel de un niño(1). Te dicen que duermas y que durante algún momento de la noche vendrá una rata, se meterá debajo de tu almohada y se llevará tu diente. Encima no te dicen exactamente cuando vendrá, para crear el suspense necesario. La historia es terrible. No es una hada que deja regalos a los niños buenos, no, ¡es una puta rata que colecciona dientes humanos! Vamos, algo asqueroso a más no poder. Ni me quiero ni imaginar como tendrá su escondrijo...

Sí, vale, la rata te deja cuatro duros donde estaba el diente, ¿y qué? Eso no paga la noche que ha pasado el chaval. Que se quede con el dinero, hombre. Porque esa es otra, ¿de dónde saca el dinero para pagar a todos los niños? Muy fácil: del mercado negro. Contrabando ilegal de dientes de leche. O sea que el ratón, para más inri, trafica con nuestras muelas. Sé que es terrible, amigos, pero todo encaja.

Por cierto, ya para acabar, no quiero meterme yo con el noble apellido Pérez, pero joder, puestos a crear un cuento para niños, yo que sé, llámalo el ratón Denti o la ratita Weisy, pero no lo llames Pérez, coño, que es un ratón, no un contable.


(1) Literalmente es difícil, porque tendríamos que matar a un niño y hacernos un traje con su piel. Un traje que luego nos vendría muy pequeño debido a las dimensiones del chiquillo. Así que, metafóricamente, vamos a ponernos en la piel de un niño.