martes, 6 de octubre de 2009

el camión de la basura

Me fascina el camión de la basura. Ya sabéis a cual me refiero: a ese grande, con unos brazos automáticos enormes que agarran el container y se lo vacían dentro. Es maravilloso.

Cada noche, cuando lo oigo llegar, me asomo al balcón y observo como trabaja. Qué precisión. Qué delicadeza. Me tiene admirado su mecánica, avanzada a su tiempo. Ni coches voladores ni pollas; el futuro es esto.

Pero este vehículo esconde un secreto. Algo que muchos intuyen pero se resisten de admitir. Amigos, aceptémoslo de una vez por todas: el camión de la basura es un Transformer. Es así, no os sorprendáis. Simplemente observadlo.

En una ocasión le vi los ojos. Yo le observaba como cada noche, cuando él me miró. Yo, perplejo, le aguanté la mirada. Él acabó de vaciar el container en su interior y lo dejó en el suelo, sin quitarme la vista de encima. Entonces me guiñó un ojo. A lo que yo respondí con una sonrisa. Y siguió su camino. Se perdió calle abajo envuelto en su misteriosa aura. Solo como siempre, recogiendo mierda y ocultando su verdadera cara. Porque es el camión que merecemos, pero no la máquina que necesitamos ahora. Nosotros seguiremos produciendo basura, porque él puede soportarlo. Porque no es un héroe. Es un guardián ruidoso. Un protector vigilante. Un caballero de mierda.

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