
Pero lo mejor de este producto viene ahora. Curiosamente es lo peor desde el punto de vista publicitario. Veamos su cartel promocional.

Vamos directamente al copy y pasemos de todo lo demás.
Parece oro. Muy bien, muy bien. El oro nunca me ha parecido bonito, pero acepto que nos venden un helado hermoso. Muy bien.
Sabe mejor. Ojo. ¿Sabe mejor que qué? ¿Que el oro? Y ¿cómo coño sabe el oro? Yo no tengo ni idea de metales preciosos, pero no creo que el oro sea un manjar. Tú, sin embargo (ahora te hablo a ti, publicista), en una campaña millonaria (Benicio del Toro incluido), me vendes que tu helado sabe mejor que el oro. Vamos, que uno de los puntos fuertes del producto es que su sabor es un poco mejor que el de un metal. Pues vaya puta mierda helado, amigo.
Te propongo un par de copys para tus próximas campañas.
Para un lavaplatos: parece un armario. Lava mejor.
Para un perfume: parece napalm. Huele mejor.
Para ti: parecen pelotas de básquet. Son mis cojones.
Y así ad infinitum.